Milagro


Cuando te vas, mi amor, mi casa se silencia y sólo habitan los recuerdos de aquellos días. Una soledad que duele y agota. Recuerdos que no son más que eso. Porque cada vez que partes memorizo tu cara, tus ojos, tus labios. Especialmente tus labios. No para recordarte, sino para sentirte. Es cuando logro aquello que llamo “mi milagro” y tus labios lisos, sonrientes y acogedores (porque así es como los memorizo. ¡Y calzan tan bien con los mios!) sincronizan perfectamente con el pum pum pum de mi corazón. Una lágrima se asoma y espera a que sea invierno. Aunque a veces, siempre es invierno.