Perspectiva


Hace un par de horas, demasiadas para el común y para mí, que me siento sumergida entre las olas del mar. Anhelaba tanto acariciar esa espuma blanca suave que desfallece sin más, ahora me estoy ahogando y lo recuerdo con ternura. Permanezco cerca de tres minutos bajo el agua, no estoy segura si intento salir a flote o si sólo me quedo allí. Luego por unos segundos, muy pocos, logro, si es que he hecho algún esfuerzo, salir a la superficie pero como estoy cansada casi no respiro, muevo mis pies, mis manos, haciendo mérito para recordar cómo es que se nadaba y me vuelvo a caer a los pies del mar. Es primera vez que abro los ojos para ver debajo del agua, antes no lo hacía porque los ojos ardían, veo el sonido del mar y no estoy segura de querer un rescate. Las cosas acá abajo parecen ser buenas. Nuevamente salgo a flote y parezco sumergirme en los días solidamente agrios en que tropezaba, los rayos del sol me apuntan inculpándome de algo que no sé y por eso casi no puedo abrir mis ojos ¿ya dije que la cosa se siente mejor allá abajo? Me dejo rodear por las olas y estoy abajo otra vez. Aun no hay alguien que se de cuenta lo que está pasando conmigo, las personas a mi alrededor no logran notarlo, mientras yo guardo en medio de aquel inmenso mar mi razón. Vuelvo a salir, y presiento firmemente que será la última vez, que quizás deje una silla vacía en algún lugar. Los rayos del sol me nublan la vista, el brillo es intenso, lo natural parece hacer daño. Me olvido de todo, pensamiento ya no tengo y las palabras no existen.

Introspección


Más tarde, sólo unos segundos después quise desaparecer. La ciudad se inundó de un extraño olor violeta casi imperceptible, pero estaba allí. Sucumbí entre unas olas de recuerdos que se fugaron impulsivamente y me senté. Me vestí de la inmensidad que se acercaba y me uní en aquella danza retumbante retumbante retumbante. La vida pasa y transcurre con la apariencia normal y unas chispas de esto que no sabemos cómo llamarlo parecen brillar, y hay quienes las ven, y hay quienes no las quieren ver. Me imaginé arrancando, escapando de ser yo, pero no, seguía ahí, trizando entre unas letras textuales y un té para dos.

La carta



No sé qué más escribirte
te repito, te quiero demasiado
Un beso