Lo siento, lo deseo y lo escribo

Hoy pienso en un día que cuando llegue no estaré pensando en él. Me gustaría estar agradecida de algunas cosas y digo: Gracias a Dios por esto y esto, pero no estoy segura si de verdad lo estoy, en realidad no sé cómo es estar agradecida. Debe sentirse algo, y así es, siento algo pero no sé si es agradecimiento.
Son las 04:36 de la madrugada y presiento algún día en donde ocurrirá algo, no sé qué. En el aire respiro una angustiosa calma, me pone precipitadamente preocupada y hasta nerviosa. Mi vida no es así, pienso sin previo aviso. Quiero abandonarme pero, como muchas otras cosas, no logro hacerlo. Vuelvo a pensar en ese día que no sé pero ahora le agregué un sol de media luna, creo que nunca he visto uno así, pero lo he pensado. Siempre creo que hay que tantear el mundo antes de tirarse a él, pero en este futuro día que no sé cuál es, enviaré mi vista a exilio y me vengaré de los días pasados y todo saldrá bien, aún no pasa pero lo sé. Algunas veces intento borrar de mi memoria algunos pensamientos, esos que te dañan, o ni siquiera eso, pero sólo por estar allí molestan, y no negaré que aquel próximo día haré de este intento una oración imperativa. Pero llegará ese día y desde el principio será distinto, no como hoy ni como ayer, será otro día mejor. Y yo llevaré los ojos más brillantes de todos, tendré la luz que le falta a los otros, no me sobrará nada ni mucho menos me faltará algo. El viento correrá a mi favor para que mi pelo vuele tras de mi, nada será una molestia porque ese será otro día, no hoy ni mañana. Disfrutaré el primer contacto de mi cuerpo con el mundo, mi pie puesto en esa alfombra malgastada de la habitación, y descubriré, aunque ya lo sé, que andaré bien por años, sólo desde ese día que no sé cuál es, pero será. Tendré estaciones reinventadas, amarradas frenéticamente a mi desde el corazón de todo que no sé dónde es. Caminaré por las noches de otra ciudad, las viviré. Inventaré historias de los ojos de un amor sin final, arrastrando manifiestos porque todo no terminará allí, porque con cada final renacerá una más. Abrazaré sin miedo a las destellantes sombras, las amaré y las soltaré.

Yo sé todo esto porque lo siento, lo deseo y además, lo estoy escribiendo, por eso lo sé.

Milímetros

Siempre me había imaginado de otra forma que no fuera esta, de hecho me parece haber gastado más de la mita de mi tiempo pensándome en otra, contigo.
La ciudad oscurecía de a poco, como pasa en los días de verano, y las luces se comenzaban a encender. Caminábamos sin decir nada, dejando espacio para el ladrido de los perros, los autos, el cierre de algunas ventanas y el camión de la basura que avanzaba muy lento, casi tan lento como nosotros. Se sujetó la chaqueta con ambas manos abrazándose, diciendo:
-Hace un poco de frío-
Le respondí abrochando mi chaleco, uno tan común que lograba esconderme un poco más. Seguíamos caminando, la calle estaba sucia, era el término de un día. Esquivando un envase de bebida le dije:
-Siempre te quise-
Él me miró de reojo constantemente por unos segundos inmensamente largos, los más largos de esa noche que me preparaban para lo peor y así fue:
-Yo no- me respondió
Hice un arrebatado y casi nefasto esfuerzo por no detenerme allí mismo, mirarlo a la cara y exigirle un por qué, pero seguíamos caminando hacia la nada, o al menos eso pensaba yo. No sé cuánto tiempo más pasó cuando me dijo:
-Me tardé tiempo en quererte-
Llegábamos a la plaza cerca de la estación de trenes, había un carrito con una señora que casi gritaba maní, llena de jóvenes, imaginé que no era precisamente maní lo que provocaba semejante revuelo. Me tomó de la mano para llevarme diagonalmente por la calle, la cruzamos y me soltó.
-Ahora te amo- le dije en un tono que nadie más que él escuchó.
Sentí que sus pasos se volvieron más lentos, quería detenerse, pero no lo hizo, ninguno de los dos quería dramatismo en esto. Caminamos hasta donde habían tres bancos y en lo solitario nos sentamos con la distancia de dos conocidos que no necesitan contacto. Allí nos quedamos mirando hacia fuera. En una ocasión llegó una pareja, se sentaron frente a nosotros, ella era poco más alta y muy hermosa, él también. Llevaban las manos entrecruzadas y se besaban cada vez que lo sentían. Casi se transformó en un espectáculo que no quería ver, pero ya estaba allí, contigo. Se fueron luego de un rato demasiado largo. Me pregunté qué habrán pensado de nosotros, la respuesta era obvia, nada, estaban demasiado ocupados.
De pronto sentí un leve movimiento torpe a mi lado, estabas de pie frente a mi:
-¿Crees que yo no te amo?
Le miré por primera vez en toda la noche a los ojos:
-Hace un rato aún te costaba saber qué sentías por mi-le dije
Se sentó nuevamente y dijo:
-No entiendes…te amo desde que me di cuenta que estabas ahí, siempre ahí-
Le iba a interrumpir pero siguió
-Y cuando digo que te amo es claramente a mi manera, tu me entiendes…si, porque siempre lo haces, te acuerdas cuando me escribías mail, desde ahí sé lo bien que me entiendes.
Me hablaba y era cómo estar vagando por sus pensamientos. Lo de los mail era una tontera de ejemplo. Por supuesto era yo quien los enviaba, y construía diálogos entre él y yo. Él decía que yo le adivinaba los pensamientos. Eso era mentira, yo quería creer eso.
Estamos tan separados conversando, que cualquiera podría decir que hablaba cada uno por su lado. Pero no me importaba lo que alguien pudiera pensar. Aún distantes le dije:
-Hubiera sido bueno escuchar eso antes-
Se volvió a poner de pie, me miró y me dijo:
-No te amé desde siempre, pero lo hago como si fuera así.
Mi corazón casi explota quise abrazarlo, besarlo y el nudo en mi pecho era cada vez más grande. Me tomó de la mano y comenzamos a caminar de regreso. La calle estaba limpia, me di cuenta que no sabía qué hora era (seguramente más tarde de lo normal) y no quería saberlo. Sentí frío en mi mano, me la había soltado, o quizás yo a él. Caminamos sin decir nada, de pronto nos mirábamos y bastaba. Llegamos a la estación de trenes y el carro de maní ya no estaba, pero en su lugar había una multitud de jóvenes, eran a lo menos doce. Sentí miedo y lo agarré del brazo, él me dio la mano y así pasamos por allí. Escuché algunas palabras que no entendí pero se dirigían a nosotros.
Segundos después me dijo:
-Crees que estaremos juntos más adelante…algún día
-Sólo me gustaría que así fuera-le respondí
Quise olvidarme de todo, de las malas circunstancias que nos dejaron así, de que venía un futuro, y de que en ese futuro justamente no aparecíamos nosotros. Sólo dejé en mi mente la idea de que íbamos los dos, de la mano como cualquier pareja que se ama. La calle se volvió cada vez más estrecha y todo parecía más pequeño frente a nosotros. Le estreché la mano fuertemente, tenía miedo a que esto fuera una más de las fantásticas realidades de mi mente, pero reaccionó y me devolvió el gesto con su mirada. Llegamos a la esquina de San Vicente con Emilia Tellez, esa que fue testigo de encuentros programados, de risas inesperadas, de conversaciones desagradables, y en este momento de una separación inevitable. Era terrible no poder mirarte a la cara por miedo a una lágrima, supe que sufrías al igual que yo, lo sentí. Soltamos nuestras entrelazadas y casi inseparables manos, nos miramos, parecía que memorizábamos cada milímetro de nuestras caras, y por fin dijimos adiós.
-Cuídate-me dijiste con un grito que no era necesario
Me di vuelta y levanté mi manó:
-Tu igual-te dije en susurros