Problema-solución

Me robas el cielo, mis sábanas, mi aliento y hasta el labial de mis labios. Sé del clima, de geografía, de las cartas de Carvajal a Grau. Del sonido y algo de música, un poco de inglés y otro poco de religión. 
Sé caminar con tacos, sentarme con falda y comer con cinco tenedores. Puedo combinar colores, hacer café y elegir ricas infusiones de té, dar direcciones para llegar hasta China quizás, pero tú… 
Tú me inmovilizas, rompes mi esquema de la once del viernes, del sábado completo y del almuerzo del domingo. Porque de desayunos no sabemos.

El problema: tú sabes comer sushi con palitos y yo no
La solución: tienes toda la vida para enseñarme

Milagro


Cuando te vas, mi amor, mi casa se silencia y sólo habitan los recuerdos de aquellos días. Una soledad que duele y agota. Recuerdos que no son más que eso. Porque cada vez que partes memorizo tu cara, tus ojos, tus labios. Especialmente tus labios. No para recordarte, sino para sentirte. Es cuando logro aquello que llamo “mi milagro” y tus labios lisos, sonrientes y acogedores (porque así es como los memorizo. ¡Y calzan tan bien con los mios!) sincronizan perfectamente con el pum pum pum de mi corazón. Una lágrima se asoma y espera a que sea invierno. Aunque a veces, siempre es invierno.

Eres tú

Es ella cómplice de esto que se va formando. Es la noche la que nos cubre y es mi culpa. Es el frío, es la lluvia. Son los árboles con su viento sur. Son nuestros cuerpos que se desean, los que centímetro a centímetro parecen necesitarse.
Es la edad que tuve y que no sostuve. La adolescencia esa que llaman y que no viví. Es el tiempo que no fue mio. Por eso digo que es mi culpa.
Porque es mi café perfecto cuando la luna nos alumbra. Mi sombra cuando sale el sol. Quien me sostiene cuando estoy a punto de caer, es mi equilibrio en mi torpe y desequilibrado cuerpo.
No me gustan sus manos. Son sus manos las que me gustan cuando me recorren. Son sus besos los que nunca probé que ahora me enloquecen. Su olor impregnado en cada partícula que lo conforma. El cuerpo que nunca soñé, es su cuerpo. Son sus brazos, su pecho y sus ojos. Sus pestañas. Son sus ojos.
Hay tanto que quiere contarme. Son sus palabras. Sus términos y su lenguaje que me descolocan. Son las historias familiares. Es la vida. Es la sonrisa y la palabra.
Eres tú.
Tú.

Nosotros

jamás nos mirábamos de frente

Trozos


Lo inexplorado
Todo tenía un aspecto familiar, las frases en aquellos murales, las puertas, el olor, el piso, eran los mismos. Debía avanzar por los pasillos desconocidos, necesitaba un paso firme que no tenía. Las escaleras eran más, las puertas no ayudaban y los colores desorientaban mi estadía. El gran monstruo esperaba por mí al final del pasillo, el frío calaba mis huesos paso tras paso, me miró, se sonrió y desde entonces nos vemos a diario entre cuatro paredes y sesenta ojos que aúllan juventud inquietante.


Trueque
Yo prometí que a cambio de todo eso sería fiel. Entonces supe que hay cosas que verdaderamente resultan más difíciles, aunque lo intentemos más de una vez, hasta que descansamos los brazos, pensamos en ello y nos juramos que esta vez si haremos todo lo posible…hay veces en las que el trueque resulta de una complejidad indiscutible.

Segundos
Existe un tiempo indeterminado, sé que son segundos, en los que me transformo. Yo no quisiera ser yo y luego me pregunto qué pasó. Es un aprofu que se apodera primero de mi mente y luego de mis intestinos. Me somete a su voluntad, me atrapa, me utiliza, soy su medio, y se deshace de mí. Quedo sola, destruida y con malestar doloroso que me hace temblar desde adentro.

Recógeme
Corrí lo más fuerte que mi cuerpo me permitió. No estaba arrancando, estoy segura de que no. Lo hacía para cansarme, para arrancarme toda la rabia que ya no cabía en mí. Llegué al puerto, miré las olas tan inmensas y supe que no tenía sentido. Me alejé despacio y los segundos me acariciaban. No había encontrado nada, pero de algo estaba segura: no volvería a correr jamás en mi vida, ya me encontré y me acepté.

Por una vez

Por una vez quiero, que me digas al oído,
un montón de palabras, palabras sueltas,
sin pretensión ni tiempo, por ejemplo,
¡Por Dios que eres bella!
Aunque parezca un pájaro triste
sin plumas doradas ni alas erguidas
en mi pecho calvo.

Que me abrigues la espalda
cuando la sonrisa este en su tarde.
Que me mires con ternura
solo porque son las seis
o es lunes o martes…

Por una vez, ¡solo una vez quiero!,
que recites en mi oído cuando esté vagando
por algún universo distante, u orquestando con el cielo partituras celestiales,
que soy en ti ...como la libélula blanca.

o miércoles o jueves...

Quisiera que… cuando hablo con Dios
a hurtadillas, en silencio… queda de palabras,
o cuando escribo sueños rotos
en un papel cansado, que te acerques despacio,
me mires con dulzura y me digas despacito,
Amor, a pesar del tiempo, ¡¡Cuánto te amo!!!
Durante la semana he sufrido cuatro veces dolor de estómago, de tripas acomodándose (aún) y de intestinos que procesan. La cosa está en que no he podido disfrutar del dolor porque ni siquiera lo puedo expresar de forma oral, como lo hace todo el mundo, diciendo “me duele la guata” o ¡qué dolor de estómago tengo!
He pensado 7 días de la semana en la persona que más he amado en estos últimos cuatro años, pero no ha pasado nada. Recuerdo que antes, antes, pensaba que al pensar en una persona con mucha concentración esa persona pensaba en mí con la misma pasión, me parece que no es así.
He tenido ganas de hacer el amor con un semi-desconocido, que en términos formales sería tener sexo, tres veces en la semana, he estado a centímetros de tomar el celular y llamar, sé que bastaría con marcar el número, hacer una cita y disfrutar, pero como siempre hay algo, llámese conciencia, vergüenza, inaptitud o como quiera, que me lo impide. Esto es uno de esos deseos más ocultos, más deseados.
Quise gritarle y zamarrear a una persona una vez durante estos siete días. Y concluyo dos cosas: primero, es bueno contar hasta 10 y respirar hondo tres veces (resulta) y segundo, definitivamente no sé tener amigos.
He conversado 5 días de la semana con una amiga de viejos tiempos (de viejos y buenos tiempos). Asumo que he crecido, que somos más grandes: no paramos de quejarnos de lo abrumador que resulta la práctica, el tiempo se hace nada, y el cansancio se acumula, acumula y acumula, porque cuando podemos descansar insistimos en que somos jóvenes y tenemos derecho a pasarla bien (en un bar, en la disco, o lo que sea).
He escuchado sólo una queja dirigida hacia mí, indirectamente, lo que no cambia nada porque no me afecta en nada.
He caminado menos de tres horas durante la semana, lo que aumenta mi peso y satisface enormemente mis ganas de flojear y de ser sedentaria.
He escrito una nota pidiendo al mundo esperanza, he perdido 3 veces esa misma esperanza…pero aún queda (esperanza).
He gastado agua en una ducha como si fueran 3 duchas por el simple placer de hacer enojar a alguien, a alguien a quien sólo le importa el dinero y de quien esto muy defraudada.
Le he dicho a mi madre cero veces que la quiero, que la amo, porque nunca nadie me enseñó a hacerlo, aunque me hubiera gustado. No sé qué cara se pone cuando se dice te quiero a la mamá, no sé dónde miran los ojos, ni si los labios se expanden o quedan en su posición original…no lo sé.
He hecho tres veces una misma promesa, he roto tres veces la misma. Esto no es bueno, pero aún no muero.
Me he arrepentido una vez de una decisión que tomé en junio, esto no me lleva a ninguna parte así que sólo terminaré poniendo tres puntos suspensivos… (por qué son tres? Por qué no 4 ó sólo dos?

Negros Días

Cuando comienza a caer la lágrima mírame…

se hace palpable el dolor que se arroja desde el centro rojo.
Porque me cansé de palabras bonitas, y de que la luna de la sombra justo en mi lado. Yo sólo quiero que me escupas la verdad y me abraces el alma.

Ya no siento hormigueos en mi estómago, y me molesta escuchar que las aves canten.

Se supone que no debería ser así, que siga siendo así.
Pero sigo aquí sentada frente al televisor meditando un color gris que se asoma por mis ojos, se revuelve bajando por mis tripas y traspasa mis músculos inundando la habitación.

Cada vez se hace más difícil parar el golpe contra el suelo.

Fósforos o la Teoría de la abuela


El doctor no por hablar descuidaba la preparación de los fósforos. Sin ningún problema disociaba la actividad mental de la física. Podía inclusive filosofar sobre aspectos muy profundos de la vida sin que sus manos cometieran errores o pausas. Por tanto, prosiguió manufacturando los cerillos mientras platicaba con Tita.
-Ya teniendo la masa para los fósforos, el paso que sigue es preparar el cartón para las cerillas. En una libra de agua se disuelve una de nitro y se le agrega un poco de azafrán para darle color, en esta solución se baña el cartón. Al secarse se corta en pequeñas tiritas y a éstas se les pone un poco de masa en las puntas. Poniéndolas a secar, enterradas en arena.
Mientras se secaban las tiras, el doctor le mostró un experimento a Tita.
-Aunque el fósforo no hace combustión en el oxígeno a la temperatura ordinaria, es susceptible de arder con gran rapidez a una temperatura elevada, mire…
El doctor introdujo un pequeño pedazo de fósforo bajo un tubo cerrado por uno de sus extremos y lleno de mercurio. Hizo fundir el fósforo acercando el tubo a la llama de una vela. Después, por medio de una pequeña campana de ensayos llena de gas oxígeno hizo pasar el gas a la campana muy poco a poco. En cuanto el gas oxígeno llegó a la parte superior de la campana, donde se encontraba el fósforo hundido, se produjo una combustión viva e instantánea, que los deslumbró como si fuese un relámpago.
-Como ve, todos tenemos en nuestro interior los elementos necesarios para producir fósforo. Es más, déjeme decirle algo que a nadie le he confiado. Mi abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillos en nuestro interior, no los podemos encender solos, necesitamos, como en el experimento, oxígeno y la ayuda de una vela. Sólo que en este caso, el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender uno de los cerillos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión que haga reavivarlo. Cada persona tiene que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía el alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de cerillos se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo.
-Si eso llega a pasar el alma huye de nuestro cuerpo, camina errante por las tinieblas más profundas tratando vanamente de encontrar alimento por sí misma, ignorante de que sólo el cuerpo que ha dejado inerme, lleno de frío, es el único que podría dárselo.
¡Qué ciertas eran estas palabras! Si alguien lo sabía era ella.
Desgraciadamente, tenía que reconocer que sus cerillos estaban llenos de moho y humedad. Nadie podría volver a encender uno solo
Lo más lamentable era que ella sí conocía cuáles eran sus detonadores, pero cada vez que había logrado encender un fósforo de los habían apagado inexorablemente.
John, como leyéndole el pensamiento, comentó:
-Por eso hay que permanecer alejados de personas que tengan un aliento gélido. Su sola presencia podría apagar el fuego más intenso, con los resultados que ya conocemos. Mientras más distancia tomemos de estas personas, será más fácil protegernos de su soplo.-Tomando una mano de Tita entre las suyas, fácil añadió-: Hay muchas maneras de poner a secar una caja de cerillos húmeda, pero puede estar segura de que tiene remedio.
Tita dejó que unas lágrimas se deslizaran por su rostro. Con dulzura John se las secó con su pañuelo.
-Claro que también hay que poner mucho cuidado en ir encendiendo los cerillos uno a uno. Porque si por una emoción muy fuerte se llegan a encender todos de un solo golpe, producen un resplandor tan fuerte que ilumina más allá de lo que podemos ver normalmente y entonces ante nuestros ojos aparece un túnel esplendoroso que nos muestra el camino que olvidamos al momento de nacer y que nos llama a reencontrar nuestro perdido origen divino. El alma desea reintegrarse al lugar de donde proviene, dejando al cuerpo inerte…Desde que mi abuela murió he tratado de demostrar científicamente esta teoría. Tal vez algún día lo logre. ¿Usted qué opina?


Fragmento del texto Como agua para chocolate.

Gracias



A Dios
A Mamá

porque me hacen
porque elevan y vigilan mi vuelo

Casi real

Estábamos en un área verde, no en la Universidad, adaptada para reunirnos allí, no comprendí bien qué era, al parecer una reunión entre profesores y alumnos de mi facultad para resolver algunas cosas. La distribución del lugar era común: sillas a un lado derecho e izquierdo que daban espacio para un pasillo en el medio, adelante un escenario improvisado con amplificación dispuesta. De momento era el turno del presidente de los alumnos de mi carrera y comenzó a hablar. No puedo decir con exactitud qué palabra fue, pero al instante aquellos estudiantes con bototos negros largos, sweater igualmente negro, pantalones dentro de los bototos, se pusieron de pie en menos de un posible pestañar mío. Llegaron violentamente hasta el escenario a increpar al presidente con armas, cuchillos, corta pluma y hasta un rifle. Mis nervios y los de todos se activaron. Un compañero de curso, ex – perteneciente al grupo de muchachos de bototos negros, se acercó a ellos y en susurros les explicó que la palabra utilizada había sido para que nosotras las mujeres entendamos bien lo que quería decir (discriminación), trató de reincorporarlos a sus asientos pero fue inútil. Todo fue muy rápido, aquellos cinco que ahora parecían ogros y no muchachos, no comprendieron razones. Pero, me di vuelta hacia atrás para ver cuál era el ambiente generalizado, la sorpresa fue tremenda y violenta. Me encontré con que todos los profesores estaban tomando posición de ataque hacia nosotros, los estudiantes. Algunos mostraban los dientes, y pensé en vampiros, otros ladeaban la cabeza mirándonos y buscando un ángulo para atacar. Sus ojos eran deformes, de sus bocas se derramaba saliva compulsivamente y el terror me inundó. La histeria se apoderó de la masa, nos encontramos atrapados, ya casi muertos. Yo sólo pensaba en arrancar de allí y fue cuando mentalmente recorrí el lugar para visualizar por dónde salir. Miré a todos lados y no había espacio para invitar a nadie más a mi escapatoria. Mis pies se volvieron veloces y corría sin detenerme, esquivé alumnos, sillas y a profesores metamorfoseados. De pronto me di cuenta que corría en círculo pasando cada ciertos segundos por unos mismos árboles. Me detuve y lo vi. No estaba sólo, lo acompañaba alguien a quien no conozco, era mujer, eran amigos. Seguí en mi carrera por arrancar de los monstruos y de él, obviamente pensé en las pocas y nada de ganas que él tenía de verme, cuando de pronto lo siento correr tras mío, tratando de alcanzarme. Me detuvo con un fuerte y brusco abrazo, el más protector y cálido de todos. No nos soltábamos, yo ya no tenía miedo y casi había olvidado que corría para salvar mi vida, me tomó de las dos manos y nos dimos vueltas muy rápidamente, sentí que con esa velocidad casi éramos fugacidad en el aire. Paramos y me preguntó por qué corría tan de prisa, le expliqué sin darle el valor real al asunto, cambiamos de tema inmediatamente, me volvió a preguntar: -¿Y por qué no paraste cuando me viste?- le expliqué la verdad de lo que pensaba, que no querría verme, me lo negó con cariño, y me explicó que éramos amigos y deseaba estar conmigo, luego abrió espacio para presentarme a su amiga, no recuerdo su nombre. Los monstruos desaparecieron y de un brinco me levanté por el ruido del despertador, estaba soñando.

29 de mayo


Dicen que una herida te ha rozado el alma, que estás ahogado en un mar salado. Puede ser que todo ya acabó entre los dos, pero te grito que despiertes, que aún te amo. Las cosas no serán como antes, te lo puedo asegurar. Yo estoy aquí y tú allá, sólo nos queda un paso que ya he dado. Antes de olvidarme quisiera susurrarte que no me gustó el final. Y te quiero contar que la esencia de algunas historias es no modificarse con el paso del tiempo, hay otras, la nuestra, que acaban sólo para volver a empezar.
Quizás no estamos destinados para estar, sólo porque el destino no existe; y la casualidad del segundo exacto en que nos crucemos, aún no sucede.

Te he regalado el último soplo de mi corazón

PD: me quedaré aquí esperándote, inmóvil.