Deliciosamente imperfecto: La carta

No sé qué más escribirte
te repito, te quiero demasiado
Un beso

La locura [Reinaldo Marchant]

Y no llegaba la locura. De tanto en tanto miraba hombres imaginarios que se le aparecían en la silueta errante. Incansable, recorría la ciudad una y mil veces. A veces refrescaba su organismo con el viento que respiraban las aves. Conocía con exactitud los rincones donde la luna se quedaba alumbrando a vagabundos sin nacionalidad. Sin embargo, esa tarde no fue, digamos, una casualidad. De mucho mirar al sol se hizo loco. Al voltear los ojos a la tierra, dejó de ser infeliz. Un espectro. Se sintió un pájaro azul. O verde. Una gota de agua que también se hizo loca. Aquella tarde al fin pudo descargar una risotada tremenda, altisonante, que descontaminó las viejas calles de su geografía. Gritó de felicidad, de frente al sol que bañaba la ciudad, y se hizo completamente loco, dio gracias a Dios: desde entonces habla con palabras de colores y sueña que el sol hace milagros.

Deliciosamente imperfecto

La carta

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